Adoro los segundos en que tu pecho se pega al mío y puedo sentir tu corazón, bombeando adrenalina por todo el cuarto.
Justo un momento después, la fracción de tiempo exacta que el oxígeno tarda en volver a tus pulmones, el amor ya ha saltado por la ventana. Y yo le lanzo un beso desde la cama, invitándolo a volver cuando le plazca.
Dos minutos más tarde tú ya te has ido, aunque sigues aquí, a mi lado, tumbado en la cama acariciándome el cuello. Pero ya no estás. Ya no eres. Y aun así, aun no siendo, me desarmo entre tus dedos al tocarme.
Y tú…Tú no miras, porque no estás. Pero yo lo veo todo. Te veo a ti, impregnando mi cama, las paredes y los días de recuerdos que, antes de serlo, ya se han clavado con fuerza en las entrañas. Veo cómo el dolor se arrastra y repta por el suelo cubriendo todo el parquet. Y no me atrevo a levantarme de la cama por si me muerde los tobillos y le da por colarse bien adentro.
Pero tú no eres. Tú no estás. Y no ves que te miro y se me escapa el corazón escalando las pestañas. Trepando por tu espalda para deshacerse, exhausto, en la oquedad que forman tu hombro y tu cuello al unirse.
Y te vas. Y cierro los ojos para no ver. Para no ser. Y respiro tu olor en la almohada, dejando que me cale hondo. Y te siento aquí, a mi lado, más cerca que nunca. En el centro de mi pena. Y me rompo entre los pliegues de las sábanas, amor, porque es triste tener que pensarte, tener que dejar de ser, para sentir que en algún momento realmente estuviste aquí.
Justo un momento después, la fracción de tiempo exacta que el oxígeno tarda en volver a tus pulmones, el amor ya ha saltado por la ventana. Y yo le lanzo un beso desde la cama, invitándolo a volver cuando le plazca.
Dos minutos más tarde tú ya te has ido, aunque sigues aquí, a mi lado, tumbado en la cama acariciándome el cuello. Pero ya no estás. Ya no eres. Y aun así, aun no siendo, me desarmo entre tus dedos al tocarme.
Y tú…Tú no miras, porque no estás. Pero yo lo veo todo. Te veo a ti, impregnando mi cama, las paredes y los días de recuerdos que, antes de serlo, ya se han clavado con fuerza en las entrañas. Veo cómo el dolor se arrastra y repta por el suelo cubriendo todo el parquet. Y no me atrevo a levantarme de la cama por si me muerde los tobillos y le da por colarse bien adentro.
Pero tú no eres. Tú no estás. Y no ves que te miro y se me escapa el corazón escalando las pestañas. Trepando por tu espalda para deshacerse, exhausto, en la oquedad que forman tu hombro y tu cuello al unirse.
Y te vas. Y cierro los ojos para no ver. Para no ser. Y respiro tu olor en la almohada, dejando que me cale hondo. Y te siento aquí, a mi lado, más cerca que nunca. En el centro de mi pena. Y me rompo entre los pliegues de las sábanas, amor, porque es triste tener que pensarte, tener que dejar de ser, para sentir que en algún momento realmente estuviste aquí.
3 comentarios:
Qué bello texto; y pienso que cuando el amor no se cristaliza en su verdadero objetivo: formar un hogar, una familia, siempre las partidas nos dejarán en el alma un enorme vacío y el aire impregnado de una densa tristeza. Un abrazo
...con esa carga de melancolía que no le resta belleza. Un intento de prolongar la estancia del que ya es ausencia.
Lo he leído dos veces, me lo he escuchado y lo he guardado dentro, para aquellos días ;)) en que tampoco quiero que se vaya.
Un beso,
A.
"y no ves que te miro y se me escapa el corazon escalando por las pestaña"! jolin! es que cogiste el corazon y lo exprimiste y todos los poros de la piel y los exprimistes y todos los centrimetros cuadrados de sentimientos d tu cuerpo y escribistes este texto.
y ahora yo respiro todo ello y sonrio!!
es lindisimo y tengo que decirte que hay textos de tu blog que me encanta releer y este creo que va a ser otro de ellos!
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