lunes, 19 de diciembre de 2011



Fuera llueve. Diluvia. Graniza. Parece que va a acabarse el mundo. Aquí dentro también se acaba a ratos, ¿sabes? Hace frío, mucho frío.

Hay veces en las que de pronto te encuentras en situaciones frente a las que te habías prometido ser más fuerte o simplemente más fiel a ti mismo. Pero las cosas pasan. Da igual estar preparado o no. Al principio se intenta dar la talla. Después, uno simplemente hace lo que puede. A veces ni siquiera llegamos a ser conscientes. Al final entiendes que la vida es eso. Lo que no planeas. Lo que uno no esperaba.

Cierro los ojos y me quedo lo más quieta que sé en este rincón de la habitación. Respiro. Solo respiro. Y el hecho de ser consciente de cada movimiento convierte un acto reflejo en un trabajo forzado, arrítmico. Oigo estallar los truenos. El granizo golpea con rabia los cristales. El corazón responde arañando las costillas. Un rayo parte el cielo. Ilumina el cúmulo de oscuridad sedimentado sobre las paredes y rebota sobre mis pupilas obligándome a verlo: “Ya no queda nada”. Lo poco que quedaba me he empeñado en destruirlo.

http://www.youtube.com/watch?v=m_dvakUl9wA

2 comentarios:

Anaid Sobel dijo...

Dios, pero que cosa más... dolorosa. Me duele el alma, en serio, que bien, pero que bien escribes!

Marina dijo...

Esto es lo que yo llamo belleza. Nos reducimos a la nada siendo incluso más bonitos de lo que somos cuando nos creemos ser buenos con nosotros mismos, y con los demás. Este escrito refleja dolor, pero a la vez paz con uno mismo. ¿No te parece? :)