sábado, 10 de marzo de 2012

Respirar. Cerrar los ojos, dejar de pensar, dejar que el aire te dé en la cara y respirar, despacio y profundo. Lo que sientes, lo sientes y punto. Aunque dé mucho miedo.

Si te quedas quieta en cualquier parte, acabas sintiéndote segura. Por eso, de vez en cuando hay que dar un paso. Y después otro. Porque la seguridad a veces no es más que un cómodo y jodido escondite que nos da la excusa perfecta para aplazar el siguiente paso.

Las cosas pasan. Aunque no quieras. Aunque no sea lo que habías planeado. Pasan y ya. Puedes negarte a verlo o puedes ser valiente y hacer algo con ello. Nunca sabes hasta dónde puede llevarte algo inesperado. Y eso, eso es lo que hace que muchas veces la vida merezca la pena.

El problema no es que haga frío fuera. Eso tiene remedio. Lo difícil es cuando el frío viene de dentro. Y te hace temblar. Y sientes que todo, absolutamente todo, está a muchos grados bajo cero. Árido, vacío y frío. Pero lo peor es ser consciente de que la primavera está a la vuelta de la esquina y tú, te giras y te vas por donde has venido, porque la primavera es vida. Y tú, lo suficientemente cobarde para huir.

Si tuviese que decirte ahora dos palabras serían “Lo Siento”. Serían “Te quiero”. Serían “He vuelto”.

2 comentarios:

Laura dijo...

Leo esto y parece que lo he escrito yo, o que has mirado dentro de mí y sabes lo que siento.
No podría sentirme más identificada.
Un beso, bonita.

Anaid Sobel dijo...

Jolines que bien te expresas. Has hecho que me emocione y todo.